La Crisis del Modelo Médico Hegemónico Actual
¡Y Por Qué Aún Nos Atrapa!
Una Reflexión Atemporal del Dr. Francisco "Paco" Maglio y la Urgencia en el Siglo XXI
Por: Gustavo
Smilasky: con la sabiduría de quien aprendió de un maestro y la convicción de
no dejar morir la llama humana
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Prof. Dr. Francisco "Paco" Maglio |
Introducción: Ecos de Platón en la Era Digital
Estimados colegas
jóvenes, guardianes de la salud en un mundo que gira cada vez más rápido,
En los albores de
este siglo XXI, en medio de la vorágine tecnológica, la inteligencia artificial
y la información al alcance de un clic, o una consulta a Google, parece casi
irónico volver a leer a Platón. Pero fue él, en sus últimas reflexiones plasmadas
en "Las leyes", quien ya describía cómo los médicos atendían a los
esclavos (en poco tiempo, con brusquedad, sin explicaciones) y a los hombres
libres (con más tiempo, confianza, explicaciones detalladas). Veinticinco
siglos después, mi maestro, el Dr. Francisco Maglio, ya en el año 2000, nos
recordaba con dolor que "las cosas no cambiaron mucho en la medicina y
tampoco en la sociedad”.
Maglio y todos
nosotros, hemos visto cómo la brecha social se ensanchaba, cómo el acceso a la
salud se polarizaba. Y, volviendo a Platón, sentenciaba: "en los
albores del tercer milenio seguimos teniendo hombres libres y esclavos, pero
también médicos-esclavos”.
¿Cómo ofrecer los
"medeos". el cuidado a la persona, el ser un "médico bueno"
más allá del "médico bueno" en habilidades, si apenas nos queda
tiempo para los "medeos" hacia nuestra propia familia?
Esta es una
crisis que él ya veía. Una crisis que, con la pandemia de COVID-19 y la
explosión tecnológica que vivimos hoy, donde "consultar a Google un
síntoma y automedicarse" es moneda corriente, solo se ha profundizado. La
medicina se ha deshumanizado más, y las voces que nos recuerdan lo esencial, lo
humano, parecen diluirse. Pero hoy, aquí, queremos que la voz de Paco Maglio
resuene en ustedes con la misma fuerza que impactó a mi generación. Que esta
idea, este humanismo, no se pierda.
El Saber de Poder y la Medicalización de la Vida: Una Trampa Invisible
Aristóteles
distinguía entre el saber de servicio y el saber de poder. Y la medicina, con
su enorme potencial para ambos, no escapa a esta dualidad. Hemos tenido
gigantes al servicio de la humanidad, como Schweitzer, y también cómplices del
poder, como Mengele.
El Dr. Eduardo
Menéndez ya nos había advertido sobre un modelo médico biólogo, individualista,
pragmático y ahistórico. Este modelo, al entrelazarse con los sectores
dominantes, se convierte en cómplice de las prácticas hegemónicas,
"apropiándose —más bien expropiando— la salud en términos de beneficio
para unos pocos dominantes más que para el bienestar de los muchos dominados”.
Se legitima así el control, y se nos usa, a los médicos, en nombre de un
"positivismo cientificista" para "medicalizar la vida". Y
aunque esto pueda desculpabilizarnos por la inconsciencia, ¡jamás nos
desresponsabiliza!
Las relaciones de
poder no solo "medicalizan la vida de la gente”, convirtiendo conflictos
sociales en patologías individuales ¡"criminalizando a la víctima",
haciéndola responsable de su sufrimiento!, sino que también nos medicalizan a
nosotros, los médicos. La medicalización no es un acto médico per se; es
un mecanismo del sistema para el control social, a través de la normatividad,
el disciplinamiento y la estigmatización. El Estado y la sociedad, al
transformar los conflictos sociales en patologías individuales, se
desresponsabilizan, y la salud (y la enfermedad) se convierte en una mercancía
que se cotiza en el mercado.
Y a nosotros,
esta medicalización nos "opaca la visión social del proceso
salud-enfermedad-atención, disolviendo nuestras conciencias críticas y nuestras
responsabilidades sociales, en aras de un destino cientificista y
ahistórico". Se nos "premia" con la tecnología, sí, pero Maglio
ya nos hacía la pregunta crucial: ¿cuándo la tecnología beneficia al paciente y
cuándo sirve a una tecnocracia que excluye a muchos marginados en favor de unos
pocos privilegiados?
Recordemos
siempre: "Tanto la salud como la enfermedad y la atención, son
'construidas' por las relaciones sociales y a su vez producto de ellas".
No es solo un modelo económico; es una ideología que usa la economía para
concentrar riquezas, saberes y poderes y, por ende, salud, en unos pocos,
excluyendo a la mayoría. Esta es la dimensión "social", el
padecimiento, la "enfermedad", que debemos visualizar críticamente en
nuestra práctica.
Ramón Carrillo,
otro faro de nuestra medicina, lo ilustraba así: "frente a las
enfermedades que genera la miseria, frente a la tristeza, a la angustia y al
infortunio social de los pueblos, los microbios como causa de enfermedades son
unas pobres causas".
La salud es un
derecho humano positivo, una decisión política que el Estado debe garantizar
con equidad.
La Crisis del Modelo: El Silencio Cómplice y la Nueva Función Profética
Este modelo
médico hegemónico está en crisis, al igual que el modelo ideológico
"globalizante".
Como médicos,
debemos promover una Atención Primaria de la Salud con genuina participación
comunitaria en la toma de decisiones y el control político. De lo contrario,
esa atención se convertirá en otra herramienta de control y abaratamiento del
sistema.
Desde Hipócrates,
hemos estado "al lado" del enfermo. Creo que llegó la hora de
ponernos "del lado" del enfermo.
La elocuencia de
Araoz Alfaro lo resume: "El médico verdadero, el que tiene alma de tal, el
que se interesa por el dolor y la miseria de la sociedad en que vive, no puede
prescindir de ser un sociólogo, no puede prescindir de ser un político, no
puede prescindir de ocuparse de la cosa pública".
El primer paso
hacia la justicia es denunciar las injusticias . El silencio nos hace
cómplices. Como Santa Catalina de Siena espetaba a los obispos: "por su
silencio, hay corrupción". Nuestra función, entonces, es profética, no de
predicción, sino de denuncia: "durante años hemos confortado a los
afligidos, llegó la hora de afligir a los confortados".
La Antropología Médica: Reencontrando lo Humano en la Práctica
La Antropología
Médica, como disciplina científica, nos brinda la lente para este análisis
macro del proceso salud-enfermedad-atención. Nos propone un reencuentro, una
"reinventando una antropología médica crítica" que supere planteos
meramente fenomenológicos o culturalistas que ignoran la materialidad del
sufrimiento.
A través de una
sana autocrítica, antropólogos y médicos debemos asumirnos
"co-sufrientes" de un modelo que excluye a la mayoría en beneficio
espurio de una minoría etnocentrista y colonialista .
Pero más allá de
lo macro, la medicina antropológica es una concepción filosófica holística del
ejercicio de la medicina. Considere a las personas, ya los pacientes, como
seres bio-psico-sociales.
Desde esta
concepción, la relación médico-paciente es un proceso, un "continuo",
con características fundamentales:
a. Empatía:
Freud ya en 1890 advertía que los afectos influían en la resistencia a
las infecciones. Hoy, la psicoinmunología ha confirmado la vital importancia de
los afectos en el desarrollo inmunológico. El paciente necesita ser querido y
que se lo demuestren. Pero Maglio nos advertía: hay que estar "con el
paciente sin ser el paciente", para no caer en la desestructuración o el
burn-out .
b. Aceptación Moral: Interesarnos por lo que el
enfermo hace, no por lo que el enfermo es. Como dijo Maimónides: la medicina
debe señalar lo beneficioso y advertir sobre lo dañino, pero no obligar ni
condenar. Nuestra moral nos guía a ser justos, no jueces.
c. Veracidad: No hay justificación ética para
la mentira. El paciente tiene derecho a saber, pero también, a veces, derecho a
no saber, lo cual debe ser respetado (a menos que dañe a terceros, como un VIH
positivo). En casos de pronóstico severo, la verdad debe expresarse de forma
escalonada y soportable. Tan perjudicial es la "conspiración del
silencio" (como en "La muerte de Iván Illich" de Tolstoi) como
el "encarnizamiento informativo" (donde un diagnóstico puede ser un
"fusilamiento").
Para ejercer esta
relación, se requieren virtudes:
Integridad: Ser fieles a la
"confianza que se entrega a una conciencia", la virtud principal del
médico según el American College of Physicians.
Ecuanimidad: Tratar a todos
los pacientes por igual. Petrarca lo decía: "un médico ecuánime es aquel
que atiende al último de los siervos con la misma diligencia que atiende al
Papa".
Respeto: Un paciente es
una persona con dignidad, no un precio. Es un fin en sí mismo, no un medio. Es
sujeto, no objeto. Esto implica privilegiar la confidencialidad y la
privacidad.
Una forma suprema
de respeto es escuchar. Estamos mal acostumbrados al
"interrogatorio", una palabra cargada de autoritarismo.
"Interrogan" a jueces, policías y médicos; los tres con uniforme, los
tres "internamos", aliados tácticos, aunque inconscientes del
control social. Maglio nos recordaba la estructura "cuartelaria" del
hospital: pabellones, jefes de división, guardias, cabos....
Hay que
desestructurar el interrogatorio y convertirlo en un "escuchatorio , un
neologismo que implica una escucha activa : preocuparnos por lo que dice el
enfermo, escuchando sus palabras desde su perspectiva. Un aforismo hipocrático
afirma: "muchos pacientes se curan solamente con la satisfacción que les
produce un médico que los escuchan".
Esta escucha debe
ir más allá de lo biológico. Debe interesarse por lo biográfico, por conocer
los proyectos de vida del enfermo. Antropológicamente, una persona enferma
cuando ve interrumpido su proyecto de vida, en hebreo, "enfermo" se
traduce como "sin proyectos". Si lo ayudamos en ese proyecto, además
de curar, lo estamos "sanando": la "tekné" y los
"medeos" .
Todo esto se
resume en el epitafio del Dr. Trudeau (siglo XI DC): "Curar a veces,
aliviar a menudo, confortar siempre". Pero confortar no es una palmadita.
Es comprometerse a ayudar al enfermo en la búsqueda del significado de su
sufrimiento, porque al entenderlo, el sufrimiento cesa, y solo queda el dolor
físico, para el cual tenemos analgésicos. Acompañar al paciente en esa búsqueda
de su significado, no de nuestro, es el arte supremo de la medicina.
La Muerte Oculta y la Necesidad de una Nueva Ética Médica
Nuestra sociedad
oculta la muerte, la llama la "muerte interdicta”. ¿Por qué? Maglio lo
atribuía a un triunvirato pagano de antivalores: Plutón (dinero), Apolo
(belleza física) y Mercurio (ladrones). Ante la muerte, esos ídolos de barro se
derrumban, por eso hay que ocultarla. Es una ocultación esquizofrénica: negamos
a un niño acompañar a su abuelo moribundo, pero le ofrecemos videojuegos donde
se enseña a matar.
Esta ocultación
ha desimbolizado, desritualizado y extrañado la muerte de su contexto cultural,
olvidando que la muerte es siempre un hecho social. ¡Hasta la muerte se ha
"privatizado"!. Nuestra formación positivista nos lleva a la angustia
tanática, a la negación, la culpa o la defensa maníaca, impidiéndonos recordar
que la vida se nutre de lo que tiene "sepultado".
La desigualdad en
la vida se refleja en la desigualdad ante la muerte. Maglio citaba datos
desgarradores de mortalidad infantil evitable y expectativas de vida según el
estatus socioeconómico. Camus, en "La Peste", afirmó que la mejor
manera de conocer una sociedad es observar cómo en ella se ama y cómo en ella
se muere. ¿Qué ofrece nuestra medicina ante este ocultamiento?
Nuestra educación
médica, a menudo triunfalista, ve la muerte como un fracaso. El desarrollo
tecnológico se convierte en una excusa para el ocultamiento, en el
"encarnizamiento terapéutico" o "distanasia”. No estamos en
contra de la tecnología, que salva vidas, sino de su endiosamiento, de que
ocupa el lugar del acercamiento humano, del encuentro singular e irrepetible
con el paciente moribundo. Nos alejamos de la persona en el momento más
trascendental.
La tecnología,
empleada racionalmente, posibilita vida en cantidad y calidad, y ante lo
ineluctable, ofrece una muerte digna: sin dolor, con capacidad de dar y recibir
afecto, y con lucidez para las grandes decisiones. Cuando esto ocurre, ese
momento final, la "decatexis" de los griegos, no es terrorífica, sino
un paso en calma hacia un modo de existencia ya entrevisto.
La Presencia que Sana: "Ya No Hay Nada que Tratar", Pero Mucho por Hacer
"Ya no hay
nada que hacer". Esa frase cruel que decimos a los familiares. Deberíamos
decir: "Ya no hay nada que tratar", porque, en realidad, "hay
mucho todavía por hacer, más aún, es cuando más podemos hacer . Tenemos
recursos invaluables: el efecto sanador de nuestras palabras, de nuestras manos
y de nuestra presencia.
Herederos del
dualismo cartesiano, nos hemos convertido en "plomeros del cuerpo"
antes que en "médicos de la persona". El paciente necesita más que
remedios y aparatos; nos necesita a nosotros, como persona-médica. En esa
relación, la palabra es fundamental, un bálsamo de esperanza, incluso frente a
la muerte. "Nunca el ciclo es tan oscuro, nunca la noche tan cerrada, como
en el momento justo en que comienza a amanecer".
Pero a veces las
palabras no alcanzan. Entonces están nuestras manos, esas manos
"vencedoras del silencio" que definió Evaristo Carriego. Maglio
recordaba a una anciana en terapia intensiva que le pedía: "Doctor, tómeme
el pulso". Él, por deformación profesional, miró el monitor y le dijo
"Está bien, abuela, tiene 80". Ella, insistente, le preguntó por qué,
si el aparato era confiable, y respondió: "es que aquí nadie me toca".
¡Qué verdad! En terapia intensiva, los enfermos a veces se mueren con
"hambre de piel"; en nosotros estamos saciarlos.
Y por último, el
efecto sanador de nuestra presencia. Que el paciente sienta que estamos a su
lado, que vibramos en ese encuentro irrepetible de persona a persona, que
estamos en su misma sintonía corporal.
Cuando ayudamos
así a bien morir, nos estamos ayudando a bien vivir.
La medicina antropológica representa
Una Perspectiva Holística
Va más allá de la
biología y la fisiología para entender cómo la cultura, las creencias, los
sistemas sociales, la economía y la historia influyen en la forma en que las
personas perciben la enfermedad, experimentan el dolor, buscan ayuda, se curan
y se adaptan a la cronicidad.
El Concepto de Enfermedad, Padecimiento y Malestar
Disease
(Enfermedad): La perspectiva biomédica, la alteración fisiopatológica, el
diagnóstico clínico.
Illness
(Padecimiento/Enfermar): La experiencia subjetiva de la persona que sufre la
enfermedad, cómo la siente, cómo la vive, cómo afecta su vida diaria y sus
relaciones.
Sickness
(Malestar/Enfermedad como rol social): La forma en que la sociedad y la cultura
entienden y responden a la enfermedad, incluyendo los roles de enfermo y
sanador, y los sistemas de atención.
La medicina
antropológica nos ayuda a ver que no solo tratamos "diseases", sino
"illnesses" y "sicknesses".
Sistemas Médicos Plurales
Reconoce que la
medicina occidental no es el único sistema de curación válido. Existen
medicinas tradicionales, complementarias y alternativas, y la medicina
antropológica estudia cómo interactúan y cómo las personas navegan entre ellas. el "pluralismo médico".
La Importancia del Contexto Cultural
Para un
antropólogo médico, entender las creencias culturales sobre la causa de una
enfermedad, por ejemplo, "mal de ojo" o "sustos", es tan
importante como identificar el patógeno. Esto influye en la adherencia al
tratamiento, la comunicación médico-paciente y los resultados de salud.
Desafíos en la Práctica Clínica
Ayuda a los
profesionales de la salud a comprender por qué los pacientes no siempre siguen
las recomendaciones médicas, por qué buscan tratamientos no convencionales, o
por qué expresan el dolor de maneras culturalmente específicas.
Crítica y Reflexión sobre la Biomedicina
También se
autoexamina la propia medicina occidental, sus sesgos culturales, sus prácticas
rituales, como la bata blanca, el consultorio, los quirófanos, y cómo la
tecnología puede influir en la relación con el paciente. Mi experiencia en la
"magia de la prescripción" de antibióticos es un excelente ejemplo de
un fenómeno médico-cultural que la antropología podría desentrañar.
Salud Pública y Equidad
La medicina antropológica
es crucial para diseñar intervenciones de salud pública efectivas y
culturalmente apropiadas, especialmente en poblaciones diversas o vulnerables.
Ayuda a identificar las barreras culturales y sociales que impiden el acceso a
la salud o la adopción de comportamientos saludables.
En resumen, la
medicina antropológica es una lente esencial para ver y entender la salud
humana no solo como un fenómeno biológico, sino como una compleja construcción
biocultural, social y personal. Es el puente entre la ciencia del cuerpo y la
experiencia del ser humano en su totalidad.
Epílogo para el Médico Joven: La Antropología Médica, Tu Herramienta Más Humana
Colegas, este es el legado de Francisco "Paco" Maglio. Un llamado de atención que, 25 años después, no solo sigue vigente, sino que resuena con una urgencia aún mayor. La tecnología es una bendición, pero jamás debe reemplazar el encuentro humano.
Su formación les dará la tecnología, el conocimiento y las habilidades. Pero no olviden buscar los medeos, el cuidado a la persona. Esa es la esencia de la medicina, el verdadero humanismo. La medicina antropológica no es una asignatura de relleno; es la brújula que les permitirá navegar un sistema que a menudo intenta deshumanizarlos a ustedes ya sus pacientes.
No teman "afligir a los confortados" con la verdad de un sistema que excluye. Sean los médicos que tocan, que escuchan, no solo oyen, que se preocupan por el proyecto de vida del otro. Sean los que buscan el significado del sufrimiento junto al paciente. Porque al final, la medicina no es solo la ciencia de curar, es el arte supremo de cuidar la vida en todas sus dimensiones, hasta en su final más reflexivo.
¡Que la llama del
buen médico, esa que Maglio encendió en tantos, arda con fuerza en ustedes!
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